Silencio o muerte en la prensa mexicana

En Tijuana, un aniversario improbable

Por Adela Navarro Bello

Puede no parecer un gran logro periodístico el que un semanario alcance su 30 aniversario, cuando hay medios de prensa en América con 200 años de antigüedad. Pero este semanario está en México, a lo largo de la peligrosa frontera con los Estados Unidos.

La frontera norte de México es uno de los lugares más peligrosos del mundo para el ejercicio de un periodismo libre, independiente y de investigación. No exageramos al afirmar que, mes tras mes, muchos reporteros caen asesinados, reciben amenazas o simplemente desaparecen. Desde que el Presidente Felipe Calderón Hinojosa asumió el poder hace casi cuatro años, dichos ataques se han exacerbado.

El 11 de abril de este año, Zeta celebró su trigésimo aniversario. Lo hicimos en medio de amenazas, cargando la pesada losa de nuestros editores asesinados, como dijera el periodista Miguel Ángel Granados Chapa en un discurso para conmemorar nuestro cumpleaños. Los ataques contra Zeta, fundado por Jesús Blancornelas y Héctor Félix Miranda en 1980 y contra su periodismo independiente y de investigación han sido de hecho terribles.

Los dos fundadores de la publicación fueron blancos de ataques. Félix Miranda fue asesinado en abril de 1988. Blancornelas milagrosamente sobrevivió a un intento de homicidio en noviembre de 1997, en el que fue asesinado su guardaespaldas y asistente, Luis Lauro Valero. La dolorosa pérdida de otro colega más volvió a enlutar el consejo editorial de Zeta en 2004. El editor Francisco Javier Ortiz Franco publicó fotografías y los nombres de miembros del cartel de los Arellano Félix apenas unas semanas antes de que lo mataran en junio de 2004. 

No ha sido fácil continuar el trabajo en esas circunstancias. El semanario estuvo a punto de cerrar en varias ocasiones. “Ni una sola vida más. ¿Cuántas más necesito para entender que no vale la pena?” se preguntó a sí mismo Blancornelas durante ese doloroso 2004. La perseverancia de aquellos que se quedaron a apoyar a Blancornelas en su dolor permitió que Zeta continuara. Nuestra pasión por hacer lo que sabemos, lo que nos inspira y lo que nuestros lectores de Baja California necesitan, ha permitido a Zeta seguir adelante. Ya han pasado seis años más y aquí seguimos.

Zeta tiene una nueva administración y un consejo editorial renovado, pero las condiciones de la prensa no han cambiado. La impunidad impera en México, particularmente a lo largo de la frontera norte en donde los asesinatos de periodistas, incluyendo los ataques a Zeta, no han sido resueltos. Los narcotraficantes tienen el control de la policía, los jueces, los ministerios públicos y de los pueblos enteros ya sea mediante las armas o mediante el dinero. Esto hace que el periodismo de investigación se torne extremadamente difícil.

En enero de 2010, los editores de Zeta recibieron nuevas amenazas. Miembros del cartel de los Arellano Félix revelaron sus intenciones de matarnos y atacar nuestras instalaciones. Funcionarios de inteligencia de los Estados Unidos y de México nos advirtieron de esta amenaza, y autoridades locales nos proporcionaron protección. Sin embargo, los que supuestamente ordenaron el ataque siguen libres. Podríamos seguir siendo su blanco. Y sabemos por experiencia que los chalecos antibalas y los guardaespaldas armados no son propicios para realizar entrevistas, investigar y reportear noticias. 

Aunque nuestra libertad física y editorial esté amenazada, los trabajadores de Zeta seguimos haciendo nuestro trabajo. Semana tras semana informamos al pueblo de Baja California sobre lo que ocurre en el estado, de los abusos cometidos por un gobierno que prometió un cambio y que cada vez se parece más al que reemplazó. Informamos de la complicidad entre autoridades y delincuentes, la generalizada corrupción policíaca y los nombres y las caras de aquellos que inundan nuestras calles de sangre, drogas y plomo.

Entonces llegar a los 30 años en un lugar en el que el gobierno no puede garantizar ni la libre expresión, ni el ejercicio del periodismo de investigación y ni siquiera la vida, se convierte de hecho en un logro heroico. Con el apoyo de nuestros lectores, preservaremos los principios y el legado que nos heredó Jesús Blancornelas. 

Hemos llegado a 30 largos años bajo amenazas. Y aquí seguimos.

Adela Navarro Bello es co-editora del semanario Zeta de Tijuana. En 2007 se hizo acreedora al Premio Internacional a la Libertad de Prensa del CPJ.

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