Ataques a la prensa en el 2009: Prólogo

Por Fareed Zakaria

Al finalizar el calvario de 118 días que padeciera dentro de la cárcel de Evin, en Teherán, Maziar Bahari, periodista de Newsweek, tuvo una experiencia inusual con su interrogador. Bahari había sido recluido en régimen de aislamiento desde su arresto tras la disputada elección presidencial de junio; había sido sometido a golpizas, casi a diario, e interrogatorios que se extendían durante horas. Sin embargo, sus encarceladores no habían sido capaces de probar la acusación de que Bahari era un espía de las agencias de inteligencia occidentales. De modo tal que esgrimieron una nueva, amenazadora y resonante acusación contra él: “espionaje mediático”.

ATAQUES A LA
PRENSA EN EL 2009

Prólogo
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Al finalizar el calvario de 118 días que padeciera dentro de la cárcel de Evin, en Teherán, Maziar Bahari,  periodista de Newsweek, tuvo una experiencia inusual con su interrogador. Bahari había sido recluido en régimen de aislamiento desde su arresto tras la disputada elección presidencial de junio; había sido sometido a golpizas, casi a diario, e interrogatorios que se extendían durante horas. Sin embargo, sus encarceladores no habían sido capaces de probar la acusación de que Bahari era un espía de las agencias de inteligencia occidentales. De modo tal que esgrimieron una nueva, amenazadora y resonante acusación contra él: “espionaje mediático”.

Como luego relatara Bahari, su interrogador no contaba con una definición específica del delito, sino sólo una analogía. Al ser reportero de una organización de prensa occidental, comentó el interrogador, a Bahari se le había pagado para que enviara informes a extranjeros –en sus propias palabras, “a los enemigos de Irán”–. ¿Acaso no es eso lo que hacen los espías? Caso cerrado.

Bahari pudo relatar lo sucedido, ya más distendido, en su hogar de Londres con su mujer y su hijo. Los Guardias Revolucionarios de Irán, en cambio, han criminalizado al periodismo en su durísima represión pos-electoral. Así como en el caso de Bahari, varios reporteros fueron acusados de instigar una “revolución de terciopelo” entre los creadores de la República Islámica, más que ser considerados como testigos de los acontecimientos. Desde junio, más de 90 periodistas fueron arrestados. Veintitrés continuaban en prisión hacia fines de  año y algunos habían recibido condenas de años luego de apresuradas farsas judiciales. En 2009, Irán se convirtió en el segundo país con mayor cantidad de periodistas presos en el mundo, solo después de China. Otros gobiernos autoritarios observan y,  sin dudas, aprenden de los esfuerzos de Teherán por amordazar a la prensa.

Bahari tuvo suerte ya que contó con los recursos de Newsweek y de Washington Post Company para respaldarlo. Con la ayuda del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) y otras organizaciones, pudimos organizar una campaña internacional a su favor. Periódicos de todo el planeta publicaron avisos y editoriales exigiendo la liberación de Bahari. Líderes del mundo entero exhortaron al gobierno iraní, tanto a nivel oficial como extraoficial.

El negocio de los medios, no obstante, está cambiando con celeridad. Al no poder afrontar el costo de las corresponsalías extranjeras, hay cada vez más periódicos y revistas que confían en los reporteros freelance que trabajan en el exterior. Estos periodistas despiertan de igual modo sospecha entre dictadores y grupos de partidarios y son ostensiblemente más vulnerables. Hacia fines de año, Irán aún mantenía cautivos a tres viajeros estadounidenses, uno de los cuales había trabajado como reportero freelance en Medio Oriente. En noviembre, dos corresponsales freelance, uno canadiense y el otro australiano, fueron liberados por un grupo rebelde somalí luego de 15 meses en cautiverio; sin ninguna organización de prensa que los respaldara, su caso había recibido escasa atención. Nueve periodistas freelance cayeron en represalia por su labor informativa en 2009, mientras que otros 60 aún poblaban las cárceles de todo el mundo hacia fines de año. A medida que los medios escritos y audiovisuales sigan deshaciéndose de personal y buscando modos de cubrir los conflictos de manera más económica, la cantidad de casos de este tipo solo seguirá creciendo.

En este nuevo entorno, los periodistas locales van a cobrar mayor importancia –y van a asumir más riesgos. En un Pakistán cada vez más violento, los reporteros locales enfrentan amenazas del poder Talibán y de otros militantes, junto al asedio gubernamental y la indiferencia militar ante su seguridad. (Un año atrás, Sami Yousafzai de Newsweek fue baleado a quemarropa por un asesino talibán y luego fue detenido por la policía paquistaní en cuanto abandonó el hospital). La prensa somalí ha padecido pérdidas devastadoras. Nueve  policías locales fueron asesinados en 2009 y decenas han huido del país. Corresponsales occidentales –entre los cuales hay pocos que hoy se aventuren en suelo somalí– ya no cuentan con recursos con los que confiar a la hora de reunir información básica. Según el periodista Paul Salopek, ganador del Premio Pulitzer, “fueron quienes primero respondieron, por así decir, a brindar noticias en Somalia. Y la mayoría de ellos se ha ido”. A diferencia del viajero estadounidense, los reporteros apresados dentro de la cárcel de Evin son iraníes que trabajaban para medios locales; muchos de ellos han sido intimidados a mantenerse en silencio o han abandonado el país.

Un puñado de esos prisioneros iraníes son blogueros, o bien reporteros y editores de sitios de Internet opositores. Y con razón. En muchas sociedades represivas, en las cuales los periódicos y las estaciones de radio y televisión son periódicamente clausurados, los reporteros que trabajan en línea han sido a menudo los más hábiles para sortear las restricciones a la prensa. En Cuba, por ejemplo, en donde existen al menos 25 blogs periodísticos cubriendo cuestiones sociales y noticias políticas, los blogueros ensamblan computadoras personales a partir de partes compradas en el mercado negro y usan sus preciados ahorros para comprar tiempo en cibercafés. Pero así como sucede con otros reporteros freelance, también trabajan sin el tipo de protección institucional –incluyendo abogados, dinero y afiliación profesional– que podría ayudarlos a resguardarse del acoso o las detenciones. Esta clase de reporteros son especialmente vulnerables en China, Myanmar, Vietnam e Irán. De hecho, la mitad de los periodistas en cárceles de todo el mundo son reporteros que trabajan en la Internet.

Este panorama cambiante hace que el trabajo realizado por el CPJ se vuelva más crucial que nunca. Los regímenes represivos, como el de Irán, descansan en el anonimato de sus víctimas, en el hecho de que el mundo ignora o pasa por alto a quienes llevaron a cabo los arrestos y los motivos para hacerlo. Y sin la impronta de una importante organización de prensa es, en verdad, muy fácil que los blogueros, los reporteros freelance y los periodistas locales desaparezcan. Lo que ellos necesitan es el tipo de atención que el CPJ puede aportar. Los gobiernos, efectivamente, responden a una acción coherente, fundamentada y bien publicitada –de otro modo, un reportero como Bahari aún seguiría en la cárcel. En Rusia, hubo otros tres periodistas que cayeron en cumplimiento de su labor informativa durante el año, elevando así a 19 el número de reporteros asesinados desde el inicio de la década. En respuesta a la creciente preocupación internacional, incluyendo una visita de una delegación del CPJ a Moscú, las autoridades rusas acordaron volver a evaluar varios casos no resueltos.

El activismo brinda resultados, y esos resultados nos benefician a todos: a quienes contratan a reporteros freelance; a quienes confían en blogs locales para obtener información de primera mano sobre países remotos; a quienes trabajan con periodistas locales que tienen la clase de comprensión y vínculos que sólo se construyen a lo largo de años. Por encima de todo, beneficia a nuestros lectores, oyentes y telespectadores. Al apuntar contra los periodistas, el régimen de Teherán espera bloquear de la mirada del mundo la represión y el abuso que ejerce sobre su propio pueblo. Impedirles a ellos y a otros como ellos tener éxito es una misión que amerita nuestros máximos esfuerzos.

Fareed Zakaria es editor de Newsweek International y conductor de “Fareed Zakaria GPS” en CNN. Es autor de varios libros, incluyendo los best-sellers El futuro de la libertad y El mundo pos-americano.